Ayer por la tarde muchas mujeres se fueron la marcha para luchar en la calle por el derecho a vivir sin miedo, sin temor a ser asesinadas. En contra del sistema machista que justifica la violencia de género. Pero dos grupos quisieron adueñarse de la consigna y nos hicieron marchar detrás de la bandera del gremio ATEN, con la foto de un hombre en ella.
Es claro que los partidos de izquierda quieren valerse y apropiarse de cualquier manifestación popular, pero no solamente las mujeres y hombre que son del PO o del PTS creen que los derechos de las mujeres deben ser respetados. Su representatividad es limitada. Su presencia invasiva en la marcha de ayer implicará que a partir de ahora marchen solos, pero aquellas mujeres (algunas muy mayores que fueron con sus nietas) que quieren cambiar la sociedad machista que las rodean no dejarán de pensar lo mismo, sólo que van a manifestarlo en otro lado.
Muchas mujeres trabajan con víctimas de violencia, muchas que se salvaron de morir en manos de un hombre golpeador estaban ayer, pero eran invisibles. Se perdieron detras de las banderas partidarias de la izquierda, que llevaron sus consignas políticas con megáfonos y “de vez en cuando” recordaban gritar NiUnaMenos.
El dolor de las víctimas y su visualización pudo hacer reflexionar a otras que todavía no se animan a denunciar. Pudo evitar que haya más víctimas, pudo hacer reflexionar a las mujeres que desde sus casas todavía piensan “Mi marido vale la pena y por eso tengo que obedecerlo”.
Pero se perdió esa oportunidad. Solamente hubo una insignificante pelea entre grupos de hombres y mujeres que pugnaban por ganar un espacio político a costa de una preocupación real. Unos adelante con un mégafono, otros atrás con otro megáfono, como dos barras bravas que querían ver quién grita más fuerte. Pero #NiUnaMenos no es sólo de ustedes, es de todas nosotras también.
Debería ser un espacio donde entremos todas, las que tejen crochet y toman mate con la vecina y sufren de violencia marital, las que les gusta bailar el sábado por la noche sin compromisos y son abusadas a la salida del boliche, de la profesional que se casa enamorada y después descubre que debe dejar todo por su marido no quiere que trabaje, de la militante política que defiende sus ideales pero no es candidata porque siempre eligen a un hombre. Debemos entrar todas, porque sino gana el patricardo.
Por Cecilia Soberón