Por Rubén “Conejo” López para +Neuquen- Corrían los fines del año 1967 y estaba todo dispuesto para que Confitería SAYONARA abriera sus puertas a la comunidad toda.
José López titular de aquel local que con características inéditas para la época, quería que la atención de las mesas fuera desplegada por señoritas y ya en aquel momento era difícil conseguir mozos varones en la comarca, imaginen cuanto se complicaba reclutar chicas, que no entendían muy bien como era el manejo de la atención a clientes y destreza con la bandeja. Hago un paréntesis y me permito una licencia: Por respeto a todos los hombres y mujeres que trabajaron con tanta pasión, dedicación y amor, y que lograron que éste lugar es, fue y será muy querido y recordado por muchísimos habitantes de Cutral Co y Plaza Huincul, me voy a abstener de dar nombres del personal que allí se desenvolvió, porque seguramente dejaré de lado a alguno de ellos y sería para mí un imperdonable olvido.
Recuerdan algunos parroquianos el sentido de pertenencia que sentían cuando ingresaban al local y que no han vuelto a percibir en otros lugares, agregan además que nunca han vuelto a degustar las hamburguesas que allí se servían. Dicho esto, avanzo contándoles que era una época de varias empresas petroleras extranjeras y con un YPF radiante y generoso, con un derrame interesante de efectivo, que le daban al lugar el atractivo necesario para que llegaran hasta aquí muchos trabajadores con ilusiones de todo tipo, pero también recalaban los famosos “buscas porteños” o “berreteros” que vendían juegos de ollas, pavas, cacerolas, etc, que cuando las colocabas sobre la hornalla o lo llevabas al horno, era muy probable que perdieras el fondo de las piezas adquiridas.
Ellos se instalaban durante largas horas, desayunaban, almorzaban y en las tardes-noches venían por un trago. Dando cuenta de su acento arrabalero ingresó uno de ellos, se acercó a la barra y preguntó: ¿dónde se llueve? Acá no se llueve nunca le contestamos y con una sonrisa socarrona de “piola” continuó: ¿dónde está el biorci, el ñoba? Ahora si le entendimos e indicamos el lugar que buscaba. Quienes visitaron la confitería recordarán que ocupaba una vereda que daba a la avenida Roca y continuaba a la vuelta por la calle Sarmiento. Bien, “el berretero” mencionado se sentó en una de las mesas con vista a la calle Sarmiento y ante la pregunta de la moza: ¿Qué se va a servir? Un whisky en la roca respondió (así rebautizaron los porteños al whisky “on the rocks” de los yankees). Ella partió hacia la barra y pide: Un whisky, y vuelve rauda con el vaso con la bebida sobre la bandeja; llega a la mesa, mira al cliente y le dice muy oronda: Señor se va a tener que cambiar de mesa. ¿Porqué? gritó el porteño molesto.
Porque acá estamos en la Sarmiento y usted lo pidió en la Roca, le contestó enojada y con gesto desafiante. El hombre estalló con una risotada irónica ante la inocente mirada de la señorita, que no entendía la reacción del ocasional visitante.