El recuerdo para las dos víctimas de un crimen atroz
A veces la bondad de un corazón hace que los ojos sólo se enfoquen en los buenos aspectos de las personas, en demostrar que todos tenemos esa chispa de humanidad en el interior. Los que tienen esa capacidad luchan por encender la llama de los demás, pero a veces olvidan que todo lo bueno tiene algo malo y que hay quienes no pueden dejar atrás su esencia, ni siquiera cuando un ser amado deja todo por salvarlos.
Y es que no hay personas que puedan recordar algo malo de Karina Apablaza, alegre, sensible, soñadora, trabajadora y sumamente afectuosa con los suyos. Así la recuerdan todos, como una persona dispuesta a entregarse por completo a cambio de nada, como alguien que lograba mostrarte una luz aún en la peor penumbra.
Entre los relatos y palabras dedicadas en su memoria, todos coincidieron en el valor de su trabajo social, asistiendo como profesional y de manera voluntaria a quien lo necesitara. Tal vez en esa misión de vida fue que se cruzó con quien convertiría su vida en un calvario. Karina vivía en Cutral Co junto a su hija Valentina y su madre, pero en 2016 conoció a Lorenzo Muñoz en la fiesta de San Sebastián y allí inició una relación sentimental que en principio se vivió a la distancia, pero al poco tiempo se convirtió en una convivencia.
“Ellas tenían muchas amistades en Las Ovejas, iba de chica, muchas veces estuvo la familia allá” relató su cuñada Laura que agregó “la gente en Las Ovejas es muy solidaria, le gustan las visitas cuando vas siempre te invitan a una casa u otra. Karina decía que era un lugar de ensueño, muy lindo. Hasta que se topó con este tipo”.
Dispuesta a rearmar su vida, la de una joven madre soltera, Karina y Valentina se mudaron al norte neuquino y allí comenzó a trabajar como asistente social en escuelas y parajes rurales. Al poco tiempo decidió trasladar hasta allí a su madre, a quien no quería dejar atrás. Así era su vida, una soñadora empedernida que, a la vez, no quería despegar de sus raíces.
Las palabras de Laura (“hasta que se topó con este tipo”) marcan el inicio de una de las tragedias más dolorosas en la historia reciente de la provincia. Karina estaba dispuesta a darlo todo por Muñoz, un hombre que en principio era reservado y tímido a los ojos de la familia Apablaza, pero que en Las Ovejas era conocido por antecedentes de violencia física y psicológica contra sus compañeras de trabajo.
Karina lo aceptó y dio lo mejor de sí para cambiar la vida de Muñoz, pero la convivencia duró menos de un año, porque en octubre del 2017 abusó de Valentina y Karina decidió denunciarlo. La agresión que fue constatada por la Justicia que le dictó una restricción de acercamiento. La medida no fue efectiva y Lorenzo Muñoz se les acercó en reiteradas ocasiones donde amenazó de muerte a madre e hija y, finalmente, cumplió con esas amenazas en la tarde del 22 de febrero.
El caso conmocionó a todo el país, que inmerso en un triste presente de violencia contra las mujeres, comenzó a visibilizar la vida de las víctimas a través de los relatos que surgían en los distintos medios. Una madre soltera que sostuvo la mano de su hija hasta el último momento y en su último suspiro sufrió el dolor de verla morir; y de una niña a quien todos recuerdan por tener una sonrisa llena de paz y una madurez inapropiada para sus jóvenes 11 años.
“Valentina nunca estaba enojada, ni de mal humor, era una nena servicial y buena alumna. Las maestras se acuerdan de ella porque sobresalía del montón, era habladora y muy ocurrente” recordó su tía Laura, que admitió que compartía con ella la pasión por Alianza de Cutral Co, uno de los pocos lugares a los que la chica iba sin su madre.
El último reflejo del impacto que dejó su paso por esta vida fue la multitudinaria convocatoria en las decenas de marchas por justicia que se replicaron por la provincia; y en la gran concentración que tuvo su sepelio en Cutral Co. Todas muestras de un vacío enorme que la Justicia Neuquina ni la divina aún logran llenar.
Por Piero Di Lena