El recuerdo para las dos víctimas de un crimen atroz
A veces la bondad de un corazón hace que los ojos sólo se enfoquen en los buenos aspectos de las personas, en demostrar que todos tenemos esa chispa de humanidad en el interior. Los que tienen esa capacidad luchan por encender la llama de los demás, pero a veces olvidan que todo lo bueno tiene algo malo y que hay quienes no pueden dejar atrás su esencia, ni siquiera cuando un ser amado deja todo por salvarlos.
Entre los relatos y palabras dedicadas en su memoria, todos coincidieron en el valor de su trabajo social, asistiendo como profesional y de manera voluntaria a quien lo necesitara. Tal vez en esa misión de vida fue que se cruzó con quien convertiría su vida en un calvario. Karina vivía en Cutral Co junto a su hija Valentina y su madre, pero en 2016 conoció a Lorenzo Muñoz en la fiesta de San Sebastián y allí inició una relación sentimental que en principio se vivió a la distancia, pero al poco tiempo se convirtió en una convivencia.
Dispuesta a rearmar su vida, la de una joven madre soltera, Karina y Valentina se mudaron al norte neuquino y allí comenzó a trabajar como asistente social en escuelas y parajes rurales. Al poco tiempo decidió trasladar hasta allí a su madre, a quien no quería dejar atrás. Así era su vida, una soñadora empedernida que, a la vez, no quería despegar de sus raíces.
Karina lo aceptó y dio lo mejor de sí para cambiar la vida de Muñoz, pero la convivencia duró menos de un año, porque en octubre del 2017 abusó de Valentina y Karina decidió denunciarlo. La agresión que fue constatada por la Justicia que le dictó una restricción de acercamiento. La medida no fue efectiva y Lorenzo Muñoz se les acercó en reiteradas ocasiones donde amenazó de muerte a madre e hija y, finalmente, cumplió con esas amenazas en la tarde del 22 de febrero.
El caso conmocionó a todo el país, que inmerso en un triste presente de violencia contra las mujeres, comenzó a visibilizar la vida de las víctimas a través de los relatos que surgían en los distintos medios. Una madre soltera que sostuvo la mano de su hija hasta el último momento y en su último suspiro sufrió el dolor de verla morir; y de una niña a quien todos recuerdan por tener una sonrisa llena de paz y una madurez inapropiada para sus jóvenes 11 años.
El último reflejo del impacto que dejó su paso por esta vida fue la multitudinaria convocatoria en las decenas de marchas por justicia que se replicaron por la provincia; y en la gran concentración que tuvo su sepelio en Cutral Co. Todas muestras de un vacío enorme que la Justicia Neuquina ni la divina aún logran llenar.
Por Piero Di Lena