Así están las viviendas de la familia Soto y del asesino, Jesús Candia
“Pasar por delante de esa casa todavía me da escalofríos” recuerda Nancy, una vecina de la zona que casi a diario pasa por Miralles y 1º de Mayo para hacer las compras. “Esa tarde tuve miedo de que más personas murieran”, agregó.
Porque el tiempo siguió para todos, menos esa esquina que quedó marcada por la tragedia y los disturbios de aquel 13 de mayo de 2016. La casa donde Pablo Soto y Arturo Sánchez perdieron la vida se convirtió en una suerte de altar que sus amigos y los hinchas de Petrolero Argentino visitan a menudo. Pintaron la fachada, emplazaron sus nombres en estrellas negras –con un diseño similar a las que luce el estadio 30 de Septiembre en homenaje a los jugadores que fallecieron en 1990- y colocaron remeras, calzado, algunas botellas y latas de bebidas.
A pocos metros, la casa abandonada e incendiada donde vivía Jesús Candia. Aquella tarde sus hijos tuvieron que ser sacados por la policía luego de que algunos allegados a las víctimas quisieran entrar a modo de venganza. Algo que concretaron finalmente al saquear el hogar y quemar cortinas y colchones en un incendio que fue generalizado y que dejó la estructura en ruinas. Hoy luce totalmente abandonada, con un patio que se convirtió en baldío y con algunos restos que nunca saldrán: un auto totalmente calcinado y algunos muebles inutilizables como una heladera y un horno.
En el barrio Centenario nadie parece recordar que se cumplió un año del doble homicidio, pero sin dudas todos tienen presente lo vivido esa tarde y los días posteriores. “Todos seguimos con nuestra vida normal, pero era un clima tenso todos los días porque no sabías que esperar, por la calle no pasaba nadie” relató otra vecina, propietaria de un comercio ubicado frente a la casa de Candia. “Ese día no estábamos, habíamos cerrado un ratito antes y nos fuimos, pero nos llamaron porque había mucha policía y volvimos. Jamás imaginamos que había sido tan terrible”. “El calor del fuego se sentía hasta acá en frente y no sabíamos si quedarnos encerrados dentro del local o tratar de escapar por algún lado, porque todo estaba fuera de control” continuó.
Doble homicidio en Plaza Huincul
Si bien hubo más disturbios en las semanas posteriores, con ataques a la casa de la madre de Jesús Candia –ubicada 50 metros al este- con el correr de los días la calma regresó. “No hubo más problemas. Si hay gente que todavía se junta en la casa de Pablo (Soto) cuando hay partidos de Petrolero. Están un rato y se van, pero no molestan a nadie” aportó Alberto, otro frentista del lugar, que consideró “mucho cambió con el arreglo de la plaza del barrio, porque hay más movimiento y más niños chicos, pero es inevitable pasar por esa esquina y no mirar las casas, hay una energía especial que te pone ‘los nervios de punta’”.
Dos caras distintas
Las casas del crimen y del doble homicida están a sólo unos 20 metros pero, a un año, son postales totalmente diferentes. La vivienda donde ocurrió la tragedia es visitada a menudo y tuvo un cambio en la fachada, que se convirtió en una especie de altar. Los hinchas identificados como “La Banda del Matador” los recuerda con trapos y banderas y a menudo se acercan hasta allí para dejar algunos “presentes” en su memoria.
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Del otro lado de la calle Miralles quedaron las ruinas de lo que supo ser un hogar. La casa fue totalmente destruida por el fuego y, aunque trataron de cerrarla para que nadie entre, el estado de abandono no impidió que por momentos sea un “lugar de paso” para otros.
Entre las paredes negras por el humo y el calor se pueden ver distintas leyendas que grabaron personas que estuvieron luego del incendio, algunas de forma reciente. “A veces se ven personas ahí, gente que entra a tomar o por morbo, pero ahí ya no puede vivir nadie, todo quedó como estaba y abandonado” agregó otro vecino del lugar que dijo “esas cosas todavía se ven, aunque desde que se supo que Candia está prófugo, no apareció un alma más adentro de la casa”.