Las luchas sociales de 1996 y 1997 son una cicatriz imborrable para la comarca petrolera, pero no sólo por la lucha “ganada”, sino por el legado y la herencia que quedó para las generaciones siguientes.
El recuerdo para aquellos que lo vivieron, desde adentro o afuera, pasa por tres puntos claves: la necesidad de trabajar; la declaración de la jueza Margarita de Argüelles; y el enfrentamiento con Gendarmería que le permitió al pueblo mantener su reclamo firme ante las autoridades provinciales y así conseguir los recursos que evitaron que dos ciudades lleguen a la bancarrota.
Ese relato, ese orgullo y esa dignidad que sintieron los protagonistas, los que vivieron esos momentos y los que tenían la conciencia del contexto real, se tradujo en un discurso que hoy todos repiten, aunque sin comprender demasiado. Queda claro que Cutral Co es sinónimo de lucha, de corte de ruta y resistencia para propios y ajenos, pero desconocer la historia nos obliga a repetir los pasos.
“Era un momento difícil con una crisis complicada en el país, había mucha gente en la calle y mucha necesidad por trabajar” recuerda César que por aquel entonces tenía 26 años e iba hacia los piquetes con sus amigos del barrio en apoyo al reclamo sin comprender por completo el contexto. Esta generación y las siguientes son las que decidimos llamar “hijos de la pueblada”, aquellos que recibimos el legado de las luchas sociales de los ’90.
Pero, ¿por qué remarco que no hay una noción real de lo que pasó? Cutral Co y Plaza Huincul tocaron fondo en aquellos años y las puebladas fueron el último recurso, fue la resistencia de los pueblos a desaparecer y el reclamo legítimo a una vida digna, al trabajo y a un futuro. Fue una lucha que costó, que demandó sacrificio y que costó una vida, pero que terminó por dar resultado positivo.
La gente de la comarca comprendió el poder real del “pueblo unido” y fue un faro al resto del país, que tristemente emuló lo peor. Los años siguientes a la actualidad marcaron a cientos de miles de reclamos sociales que, basados en lo obtenido, se jactan de justos aunque perjudiquen a otro sector de la sociedad y, peor aún, se considera que aquello que se quiere, se puede obtener por medio del reclamo.
Lo que hace única a la Pueblada de 1996 fue el pensamiento colectivo, fue la unidad total frente al Estado y no la de un gremio, una agrupación o un puñado de personas, pero el resultado nos hizo creer por años que el reclamo es el único método de hacer responder a las autoridades. Pero para valorar los resultados hay que conocer los detalles, “fue muy fuerte ver a tanta gente lastimada y golpeada” señaló César que por sobre todo remarcó el frío, el hambre y la desolación que sintió en la ruta los días previos a la obtención de los fondos del Mangrullo y los demás puntos convenidos en aquel acuerdo.
La historia es de los pueblos y no siempre la escriben los vencedores, pero es fundamental comprender que como parte de la resistencia, el deber es evitar que se repita. El logro de Cutral Co y Plaza Huincul en las Puebladas marca la unidad y la firmeza de una comunidad que no bajó los brazos y tuvo la fuerza de salir del fondo, pero mantenernos a flote es la tarea de los que quedamos, de los que no queremos volver a esa incertidumbre de saber si nuestro espacio, nuestro trabajo o nuestras familias pueden desaparecer.
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Es un llamado a conciencia de que el camino estuvo errado y que no debemos volver a retomarlo. Que no se pierda la memoria y que las futuras generaciones sepan lo que pasó en Cutral Co y Plaza Huincul y por qué no debe repetirse.
Por Piero Di Lena