Cutralquenses por el Mundo: Fabiana llegó a Canadá
Andrea Vazquez
Fabiana Rouret, es una cutralquense que hace casi 23 años se fue a vivir a 13 mil kilómetros de distancia. O a dos días de viaje, que consisten en 24 horas de vuelo y seis escalas. Está en Dawson Creek, al norte de la provincia de British Columbia, en Canadá. El amor fue el motivo que la llevó a mudarse a un país con idioma, costumbres y clima muy distintos. Pero allá está junto a su marido y dos hijas de 19 y 13 años, a las que les gusta el mate cocido, el dulce de leche y las milanesas. El invierno es muy crudo pero en el verano, tiene el privilegio de disfrutar de la “aurora boreal” desde el patio de su casa.
– ¿Qué te hizo salir del país?
“ Fue porque en una salida con una amiga (de las habituales que tiene cualquier joven) fuimos al recordado boliche ‘Yoina’, donde conocí a quien hoy es el padre de mis hijas y mi marido: Andrew. Salimos cuatro meses y nos casamos. El amor me hizo salir del país”.
– ¿Ya estás acostumbrada a vivir en el extranjero? ¿O eso nunca ocurre?
“En realidad sí me acostumbre. Acá tengo a mis hijas y a mi marido. El desarraigo no es fácil y siempre está la nostalgia, los recuerdos porque tengo a mi familia allá y Cutral Co son mis raíces y uno siempre quiere volver, porque ser argentino eso sí que no se pierde. Lo llevas en la sangre”, dice y cuenta que mientras va a buscar a sus hijas a la escuela y habla con una de sus hermanas, Tere, y le pregunta: “¿sabés a quien estoy escuchando? a Luciano Pereyra!”.
“A lo único que nunca me voy acostumbrar es al clima. El verano es hermoso, no tenemos prácticamente noche pero el invierno es otra historia: muy largos y con temperaturas de hasta – 40 bajo cero”.
“Este invierno fue terrible semanas con – 35 bajo cero y sensación térmica de hasta -50 bajo cero pero así y todo salimos a trabajar y a la escuela. No se suspende nada, la vida sigue, por supuesto estamos con todo lo que implica esas temperaturas”.
“Las casas están edificadas para esas temperaturas al igual que la ropa que usamos, pero el frío se siente igual”.
“Lo bello de vivir en esta parte del planeta es que puedo ver la aurora boreal desde el patio de mi casa. Es lo más bello que he visto en mi vida”.
El mate siempre es el fiel compañero
¿El idioma fue una barrera muy fuerte?
“El idioma se hizo difícil al principio porque no hablaba Inglés. Solo jeringoso !!!!”, dice risueña. “Pero con la ayuda de mi marido, y una amiga que es profesora de primaria, aprendí. Y así, de a poco hasta poder comunicarme”. “Después nacieron mis hijas y aprendí con ellas como ellas lo hicieron al hablar el castellano”.
¿Cómo es tu vida allá? ¿Tenés trabajo fuera de tu familia?
“Trabajo con mi marido en administración de propiedades. Hago toda la parte administrativa, entre el trabajo, mis hijas, la casa creo que es como en todo el mundo: la rutina del trabajo y la vida familiar”.
¿Qué es lo que más extrañás si de comidas hablamos?
“Vivo en una ciudad de no más de 15.000 habitantes y eso te limita bastante para todo. Las comidas se extrañaron mucho al principio, más que nada las que preparaba mi querida madre, las charlas con ella; los asados de mi papá que hacía los domingos cuando nos juntábamos toda la familia. Estoy en un país donde convive gente de todas partes del mundo, he comido cosas que nunca me imaginé en mi vida, pero a mis hijas les gusta mucho nuestras comidas así que las milanesas o las empanadas no faltan en mi casa”.
“Mis primeros años fueron terribles con el asunto de la yerba para el mate. Mi familia me mandaba encomiendas (que tardaban meses en llegar). Tenían yerba, dulce de leche y golosinas, a veces llegaban los paquetes abiertos y yo juntando la yerba como si fuera oro!!”. “Hasta que un día estábamos en una ciudad grande y encontramos un supermercado libanés y ahí tenían yerba de todas las marcas. Imagínense mi felicidad”.
“En Dawson Creek, es el kilómetro cero a Alaska. Vivimos a unos 2.400 kilómetros de Alaska -como la distancia desde Neuquén a Ushuaia (Tierra del Fuego). Y muchos argentinos viajan en moto para unir Argentina-Alaska. He conocido a muchísimos argentinos. No sabés lo que es ver a tu bandera argentina en las motos. Es una emoción tan grande. ¡Estamos tan lejos! y por supuesto los invito a mi casa a comer, a tomar unos mates y hablar tu idioma!
– ¿Cuánto tardas en llegar? ¿Podés volver a visitar a tu familia con frecuencia?
“Vivo muy lejos, tengo 24 horas de vuelo, con 6 escalas, y pierdo dos días viaje. Tengo la suerte que he podido viajar seguido. Mis hijas se han criado más argentinas que canadienses. Natasha, es la más chica con 13 años, toma mate cocido, se lleva el termo con su mate cocido a la escuela, su postre preferido es dulce de leche con banana. Siempre me pide que haga los tallarines como la ‘abu Irma’ al igual que Tatiana, mi hija más grande pero nunca me salieron igual. Mi mami tenía una mano especial para cocinar y las tortillas de tía Tere tampoco me salen”.
“Tatiana la mayor de mis hijas, tiene 19 años está en la facultad. En septiembre empieza a cursar su 3° año. Vive a 4 horas de casa. Su padrino, Rolo la hizo fanática de Boca Juniors y se queda a la noche tomando mate y estudiando. Extraña a sus primos, primas y a su tío Edu con el que se ríen cada vez que se juntan. Y por supuesto, las charlas con su tío Gaby y sus tías Moni,Vane y Susi.
Y mi marido extraña el cariño de mi familia, el asado y la cerveza Quilmes”.
¿Nos compartís algunas anécdotas?
“Mi primer año en Dawson Creek, era noviembre de 1996. Salimos con mi marido, Andrew a ver las casas de decoración para las fiestas navideñas, con luces y arreglos afuera de las casas. Es algo increíble para ver. Es como estar en una película norteamericana y yo de Cutral Co. Le digo a Andrew: pobre la gente que no tiene gas. Mi marido me mira y me dice: todo el mundo tiene gas si no te morís congelado. Le digo: bueno: ¿qué pasa si la gente no tiene plata para pagar el gas?. Y me respondió: bueno, lo paga el gobierno. Ah claro!!”
“Pero hay otra anécdota al revés: de mi marido. Nosotros somos muy de saludarnos con besos y abrazos. Acá no. Un apretón de manos y mucho gusto, excepto con la familia. Estábamos en casa de mi hermana Tere en el ’96 y llegan unos amigos a quienes les presenté a mi marido. Lo saludaron con un beso… Andrew se quedó sorprendido y preguntándose ¿qué paso acá? Le tuve que explicar que así somos los argentinos besucones, nos gusta abrazar y somos cariñosos. Y a los que ya conoce saluda como un argentino”.
– ¿Internet y la telefonía celular te ayudó mucho a mantenerte más cerca?
“ Lo bueno con internet es que sigo en contacto con todos los argentinos que he conocido por ahí. Me mandan mensajes y me dicen preparate que un argentino te va a visitar, ya le dí tus contactos”.
“Creo que lo mejor que me ha pasado fue casarme con el amor de mi vida, de que su familia tenga las costumbres muy parecidas a las nuestras. No es fácil a acostumbrarse a algo rápido cuando dejas a tu familia tan lejos. Creo que uno se va acostumbrando de a poco”.
“Internet fue lo mejor que ha pasado, acorta la distancias, te podés comunicar con tus seres queridos y amigos con los que te volves a poner en contacto después de tantos años.
¿Algo más para compartirnos?
“Sólo saludos, besos grandes a mi familia, con la que estamos en contacto siempre. A mis tíos Roberto Serrano y Estela los quiero mucho, y a mis queridas amigas Norma Oviedo, María Carlo Muzzo, Patricia Palacios y Marta Muñoz. Y a todos los que me conozcan”.