Dora María Panchenko era reconocida por su simpatía pero sus vecinos la recuerdan por una vida ligada a sus creencias.
“Paty”, como todos la apodaban, construyó junto a su esposo un templo en lo alto de las bardas del octógono fiscal, una tierra que no estaba habitada y que la gente de la comarca bautizó como “Cerrito de la Paty”. Allí vivió por más de 20 años pero no estuvo aislada, colocaron unas extensas escaleras y las puertas siempre estuvieron abiertas las visitas.
Quienes la conocieron admiten que tuvo una vida ligada a su fe y que incluso la elección del lugar donde montó su casa y el templo fueron “una señal divina”. Por años recorrió las calles de la ciudad llevando la palabra de dios a la gente y presentándose ante todos con una enorme sonrisa, pero con el pasar de los años, su salud se deterioró y dejó de verse tan seguido por las calles.
Ayer, a sus 77 años, falleció estando en su hogar. Muchos vecinos se mostraron conmovidos por la noticia, ya que pocos tenían conocimiento sobre su deceso.
Hoy, el “Cerrito” es parte del barrio Parque Este y se encuentra rodeado de casas que, pese a la proximidad, resguardaron el predio y las imágenes que Dora y su familia crearon en el suelo con rocas.