Hace unos 30 años y en sus orígenes la barriada no era diferente a otras, pero los problemas no tardaron en aparecer por conflictos internos y el abandono de parte del Estado.
Las familias residentes fueron arrastradas a una ciudadela de monoblocks al oeste de la ciudad, donde casi no quedaban rastros de Cutral Co.
Muchas de ellas, con el pasar de los años, lograron mudarse en busca de una vida mejor y para los que quedaron, las cosas se complicaron.
El barrio Belgrano tiene, tal vez, más historias que cualquier otro de la comarca. Son contados los ajenos que lo conocen por dentro pero muchos los que hablan de su fama. Sin embargo, pocos saben de aquellos que ponen el hombro por cambiar la realidad.
Por eso, y para iniciar esta recorrida por las ex 450 Viviendas, Cutral Co al Instante visitó dos de las instituciones más comprometidas con la labor social: la UAF Mimitos y el centro de salud.
Casi como si fuera uno de esos célebres “códigos de la calle”, quienes trabajan allí afirman que estar dentro sus lugares da una seguridad difícil de explicar, ya que al cruzar la puerta y tomar contacto con los pasillos internos, la calma desaparece y se respira un ambiente tenso que lleva casi a la desesperación.
La UAF “Mimitos” y el centro de salud son una suerte de bunker “al estar dentro nos sentimos seguras, sabemos que lo que pase afuera no nos afecta a nosotros ni a los nenes, aunque eso no signifique que no tomemos precauciones” comentan las educadoras; y es que muchos de los personajes “conocidos del ambiente delictivo” son quienes llevan a sus hijos los días de semana.
Entonces, en ese espacio físico que está inmerso en el corazón de la barriada, trabajan día a día.
“Aprendimos a venir a trabajar sin teléfonos celulares, a mirar para todos lados cuando entrás y salís” contó Cintia, una de las educadoras entrevistadas que dio su propio relato respecto a las vivencias desde el momento en que ingresó a la guardería.
Hoy, con más experiencia, recuerda con un poco de humor aquella primera semana donde le tocó presenciar desde dentro de la UAF un tiroteo a pocos metros.
“Corrí a esconderme atrás de una puerta y entré en pánico. Ellas (sus compañeras) trataron de calmarme pero estuve varios minutos sin poder dejar de temblar” relató.
“Ahora ya reconozco cuando los tiros vienen del barrio o son de la policía” agregó risueña.
“Al entrar sentís la sensación de estar encerrada, es como una jaula donde los edificios no te dejan mirar hacia afuera y a la vez te sentís observada”
Un caso similar al del centro de salud, que atiende a todos por igual en cualquier tipo de consulta médica o emergencia. “Aprenden a cuidar porque saben que es de ellos. Entraron a robar dos veces por la noche pero después no pasó nunca más, hay un cierto respeto” opinó la enfermera Alejandra Aroca.
Estos relatos dejan un claro reflejo de humanidad, que a la vez es un poco difícil de percibir. Desde afuera se ve a las 450 como un nido de malvivientes sin interés por la vida ajena. Este medio incluso recibe a diario comentarios a favor de terminar con la delincuencia y proponen soluciones donde tampoco se respeta la vida cada vez que se da cuenta de una noticia policial vinculada al barrio.
Pero en una mirada profunda hay historias de vida que muestran otra cara, un sentimiento de pertenencia y un respeto por eso que se siente propio o cercano.
Y es que esa ‘jaula’ que forman los monoblocks y que impide el contacto directo con el exterior puede ser a la vez el motivo que genera ese arraigo.
La gente que vive en el barrio Belgrano, se enfrenta a la falta de políticas de apoyo, en especial, a los jóvenes, a quienes se los abandona a su suerte. En ese camino, muchos de ellos, caen en los excesos y el pronto y rápido contacto con las armas y en el camino de la delincuencia.
La contención, una necesidad básica
Ambas instituciones -la UAF y el centro de Salud- coincidieron en la discriminación de la sociedad hacia los habitantes del barrio y la soledad que afronta la juventud. Existe un alto porcentaje de deserción escolar y embarazo adolescente que son consecuencia de la falta de contención que arrastra la gente de las 450.
“La adolescencia corre a la vida, las chicas empiezan cada vez más temprano a tener relaciones y salir, pero desde el centro de salud tratamos de ayudarlas, darles charlas de educación sexual de forma particular o en las escuelas. Los chicos hoy van más apurados” sostuvo Alejandra.
Eso nos lleva a otro punto de conflicto, el embarazo adolescente o la maternidad y paternidad adolescente. De este modo, se encuentran que deben afrontar el cuidado y crianza de sus hijos cuando, en muchos casos, no tienen las herramientas ni la contención necesaria para hacerlo.
Entonces son madre o padre en la segunda década de vida en un contexto de pobreza y la falta de oportunidades vitales.
Con eso la expectativa de vida muchas veces se ve reducida a 30 o 40 años y allí entra en juego un segundo factor: la influencia del ambiente delictivo. “Tenemos chicos que perdieron a sus padres, muchas veces en homicidios” revelaron las educadoras de la UAF. “Son casos muy particulares donde entra mucho lo humano para darles contención, tanto a los chiquitos como a las madres que quedan solas”.
“La gente cree que la UAF es un lugar donde dejan a los nenes mientras los padres trabajan, pero acá se los contiene y educa, se los alimenta, algunas familias vienen a lavar su ropa. Hacemos un poco de asistentes sociales, promotoras barriales y contenedoras de toda la familia, porque la realidad es que no todos tienen una buena calidad de vida en este barrio”.
Tanto la UAF como la sala de Salud apuntan a un cambio que alcance, principalmente, a las generaciones futuras. Para eso, consideran una prioridad modificar la infraestructura del barrio, derribar los edificios abandonados que se usan de “aguantaderos” y generar más espacios para la familia.
En el pasado hubo proyectos que buscaron abrir el barrio y demoler algunos monoblocks, pero eso será motivo de un siguiente informe.