Este viaje se realizó este año en la Cordillera Blanca de Perú, lugar reconocido internacionalmente por sus grandes montañas nevadas de entre 5000 y 6800 metros sobre el nivel del mar, un desafío tentador para cualquier montañista.
Chicho Leiva es guía de montaña profesional y ha realizado este viaje en varias oportunidades. Él afirma que las sensaciones son siempre distintas. ¿Es aventurero? Él descree un poco de esa palabra porque el viaje requiere de mucha planificación, entrenamiento y disciplina. Y porque por su formación profesional y compromiso con la actividad, asume con responsabilidad su función de guiar personas en la montaña.
¿Dónde queda Cordillera Blanca y cómo se llega hasta allí?
Cordillera Blanca tiene unos nevados de entre 5 mil y 6 mil metros de altura sobre el nivel del mar. La belleza e imponencia del paisaje resultan fascinantes para quien llegue hasta allí.
Al pie de Cordillera Blanca se encuentra Huaraz, un pequeño y pintoresco pueblito que se suele usar como base. Está a unos 3 mil metros sobre el nivel del mar.
Luego del cordón de Himalaya, donde se encuentran el monte Everest y el resto de los 14 ochomiles, no hay otro lugar en el mundo que tenga montañas más altas que la cordillera de los Andes; con picos que van de los 5 mil a casi los 7 mil metros sobre el nivel del mar siendo Aconcagua la máxima expresión de este gran cordón montañoso.
Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Argentina y Colombia son países que cuentan con los picos más altos de la cordillera de los Andes.
La cordillera Blanca en Perú, tiene como característica destacable sus condiciones de nieve y hielo. Esto no se da en muchos de los cordones montañosos de Argentina: Por ejemplo, el Ojo del Salado o la Cordillera de Ansilta en San Juan o las altas montañas de Salta son grandes montañas pero no conservan las mismas condiciones de nieve y hielo durante todo el año
¿Cuántas veces has realizado este viaje?
“El año pasado viajamos dos veces, y este año una expedición. Lo ideal es poder visitarlo entre los meses de mayo y agosto que es su primavera, es la época que no llueve, el resto del año, si. Y a esa altura las precipitaciones complican un poco la seguridad. Estos son los meses ideales”.
¿Cuáles fueron las sensaciones que te dejó esta experiencia?
Son muchas las sensaciones que me movilizan en la montaña. Cada expedición que he realizado me ha permitido descubrir nuevas montañas, nuevas rutas de ascenso, y me genera nuevas expectativas para regresar. Verdaderamente es este un lugar que en cada despedida, el silencio es una invitación a regresar.
Este año fue muy particular porque mientras nosotros estábamos desarrollando nuestras actividades, dos argentinos sufrieron un accidente mientras escalaban, perdieron sus vidas.
Más allá del disfrute que a todos nos provoca la actividad, esta noticia nos entristeció mucho porque estos dos muchachos eran jóvenes montañistas y con un gran futuro. Estuvimos ahí en ese momento, compartimos con montañistas que estaban con ellos, con familiares y amigos; sabemos que ellos estaban haciendo lo que amaban y que es parte del riesgo que asumimos pero siempre es difícil aceptar estas situaciones.
¿Cómo es viajar al exterior? ¿El ambiente es muy distinto?
Para nosotros siempre es una motivación y más cuando vamos a subir montañas.
El ambiente sí es distinto porque transitábamos casi a 4 mil metros con bosques. Acá, en Argentina, a esa altura no hay nada, hay piedra y hielo y estar en ese lugar con un árbol a 4 mil metros es bastante diferente.
También es importante destacar la fraternidad del pueblo peruano para con los argentinos. Es increíble. Cada vez que vamos nos encontramos con la calidez de este pueblo, construimos vínculos fuertes, nuevas amistades, afectos y nos sentimos entre amigos. Cuando llegamos y nos relacionamos con nuevas personas parece que nos conocemos hace cientos de años, la realidad es que es gente muy hospitalaria, tienen atenciones particulares y acogedoras con los argentinos. Los vínculos que se construyen son muy fuertes. Nos brindan su casa, equipamiento, información de montaña… Es realmente sentirse entre amigos.
¿Qué otros lugares visitaste? ¿Cuáles te gustaría visitar?
Escalando Argentina, Chile y Perú, son las montañas por las que nos hemos movido. Sinceramente hemos tenido proyecto de ir a subir el Kilimanjaro, que es la montaña más alta de África. Tiene 5895 m.s.n.m, pero son muy altos los costos. Particularmente siento que las montañas que tenemos en argentina tienen muy buenas condiciones técnicas y de exposición a la altura y hay que descubrirlas y disfrutarlas.
Está bueno salir del continente, pero desde las cuestiones técnicas sigo pensando que me gustan mucho las montañas de nuestro continente. Hay que valorar lo que tenemos. Que realmente es de lo mejor en el mundo.
Si me encantaría ir a Himalaya, sale 40 mil dólares y más, una expedición convencional sale 60 o 70 mil dólares y hoy no están dadas las posibilidades económicas. Fuera de estas opciones me gusta seguir conociendo montañas en nuestro continente, por qué no ir a Bolivia, Ecuador, que tiene montañas impactantes.
¿Hay límite de edad para la experiencia?
No. El límite te lo da el espíritu .La verdad es que no hay límite de edad. Tenemos personas entrenando con nosotros de la más diversa franja etaria. Una de las personas que entreno es un hombre de 71 años, que tiene la intención de ascender el Lanín, Con una planificación personalizada y con un entrenamiento controlado, seguro lo podrá lograr.
¿Este tipo de actividad es para cualquiera o hay que ser aventurero?
El término “aventurero” lo discutimos un poco. Desde la etimología de la palabra significa ir en contra el viento y a lo desconocido. Yo no quiero ir a lo desconocido ni contra el viento.
Yo quiero saber dónde voy por más que no conozca el lugar, existen herramientas para hacerlo. No quiero ir a ver qué va a pasar allí. Verdaderamente lo que pretendemos es anticiparnos en la planificación, estudiar la meteorología, conocer como es el terreno, cuáles son las técnicas que necesitaremos usar, y con todo este bagaje de información, si someternos a la vivencia.
No es una aventura, es un deporte que para realizarlo con responsabilidad y riesgo controlado, implica preparación del deportista y del guía que los acompaña. Eso nos va a asegurar que sea una vivencia satisfactoria. Por eso, no acuerdo con llamarla “aventura”.
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