Mientras el viento disipaba la nube de polvo que se formó tras la explosión, los presentes nos mirábamos extrañados, como añorando ese viejo esqueleto de monoblock que llevaba años abandonado y nadie quería pero que dejaba una huella de vacío.
Porque después de tantas expectativas, la sensación que dejó la demolición del edificio fue esa, un gusto a nostalgia. La explosión fue seguida del aplauso de los vecinos, los abrazos y felicitaciones cómplices de los efectivos policiales, el personal de Defensa Civil y de la empresa Mauad. Sintieron que habían ganado una batalla.
Del otro lado de la pantalla, los que siguieron el operativo por la transmisión en vivo de Cutral Co al Instante, remarcaban su tristeza al recordar sus años vividos en la barriada y en ese edificio en particular, mientras otros lo celebraban.
Esto último fue más parecido a la previa. El proyecto de demoler los edificios destruidos y en desuso del barrio no es nuevo y se mencionó varias veces, pero el detonante para retomarlo fue la muerte del pequeño Luciano Fuente y la posterior creación del comité de seguridad.
Lo siguiente fue el relevamiento del Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo (IPVU) en la barriada para conocer la situación habitacional, y los contratos a la empresa Mauad de movimientos de suelo; y Detónica para la explosión de la estructura.
Hubo varias semanas de prueba y estudios, hasta que finalmente, se fijó la fecha del 21 de noviembre sin demasiados anuncios, salvo por un comunicado que pedía a los vecinos no subir a los techos y respetar el cordón de seguridad.
El horario programado para el inicio del largo operativo fue a las 8. Pero a esa hora todo estaba en etapa de preparación.
Unos 250 policías se concentraban en grupos mientras se coordinaba el desalojo y resguardo de la zona de derrumbe, entre 70 y 100 metros a la redonda del edificio.
Los vecinos, ajenos a la situación, salían de sus casas para ir a trabajar o llevar a los chicos sin hacer demasiadas preguntas. Solo algunos distraídos desconocían lo que pasaba y preguntaban si había allanamientos.
“Parece que a algunos vecinos les avisaron, yo por las dudas no atiendo cuando alguien golpea la puerta” contaba una vecina del Grupo 4.
Lentamente la policía comenzó a tomar posiciones y casi a las 10 comenzaron a vallar el barrio. Mientras, un grupo de trabajadores de Defensa Civil recorrió una a una las viviendas dentro del circuito para pedir el desalojo. Hubo casos de vecinos que necesitaron de la ayuda de sillas de ruedas para dejar sus casas y otro donde solo había menores de edad y fue necesario contactar a un familiar.
Para los que merodeaban el barrio a esa hora todo era incertidumbre. Algún móvil de Gendamería Nacional recorría la zona sin involucrarse demasiado.
La hora se pasaba de las 10.30 a las 11 y de las 11 a las 12, crecía la impaciencia entre los espectadores pero lejos de marcharse, cada vez eran más las personas detrás de las vallas. A los vecinos desalojados se sumaron otros que llegaban para ver y registrar en fotos o vídeos el momento de la explosión.
Dentro del barrio, el personal de Mauad y Detónica caminaba de un lado a otro. Defensa Civil corría entre las casas comprobando que nadie quedara en el lugar y policía custodiaba el perímetro hasta que, a las 12 con 3 minutos, sonó la primera sirena de bomberos.
Ese fue el llamado de atención para que todos tomaran posiciones.
Casi 15 minutos después se escuchó la segunda sirena y, mientras le pedían a la gente que respete la distancia, los policías comenzaron a agacharse para protegerse detrás del vallado.
Un tercer toque de sirenas fue el último aviso. El silencio reinó unos segundos mientras todos esperaban, pero cuando comenzaba a levantarse el bullicio de los impacientes, un estruendo enmudeció a la multitud. Fueron necesarios aproximadamente 300 kilos de explosivos para concretar la tarea.
La postal es imborrable, el edificio cayó perfecto y según los cálculos. Mientras ese esqueleto de columnas y vigas desaparecía como bajando en un ascensor, se elevaba la nube de tierra y polvo que oscureció el paisaje unos instantes.
Cuando la vista se aclaró, el C9 ya no estaba y el barrio Belgrano lució tan diferente solo por eso. Era parte del paisaje pero su demolición era sumamente necesaria y, principalmente, respondía a un pedido del pueblo.
Todo salió perfecto, salvo por un curioso que igual subió a los techos y tuvo una caída de 3 metros, pero se encuentra fuera de peligro.
Ahora restan otros aspectos, cuestiones operativas. La limpieza demorará 20 días y después se verá que hacer con el espacio libre que el barrio ganó.
Para los vecinos, habrá que acostumbrarse a ver a las ex 450 Viviendas (que ahora son 423) sin el icónico edificio C9.