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Huincul: Tamara se recibió de enfermera a pesar de la falta de ayuda y oportunidades

Muchas veces se debate sobre cuánto se consigue con mérito y esfuerzo y cómo deberían utilizarse esos valores para que un trabajador (en este caso joven trabajadora) acceda a un estudio superior. La historia de Tamara demuestra que pocos llegan cuando el Estado está ausente.

Tamara tiene 32 años, tres hijos y un esposo con los que luchó incansablemente para conseguir su objetivo: un trabajo genuino. Para conseguirlo se tuvo que ir de Picún Leufú, su ciudad y viajar un año congelada en una moto 200 cc que tenía su amiga y compañera.

Es que “en Picún Leufú no hay carreras” y lo que más cerca le quedaba era la Escuela de Enfermería. En 2018, cuando la pandemia no había golpeado, hizo cuatro días de fila para acceder a un cupo. Pero eran 15 y ella era la 16 y su amiga la 17.

Pensó que iba a regresar a trabajar “por los planes”, es decir por un subsidio municipal o provincial al desempleo. Pero dos personas se bajaron y pudieron entrar.

No se puede estudiar en Picún Leufú, la ruta no está en condiciones y además no hay suficientes frecuencias de transporte, tres aspectos relacionados con los servicios públicos sin solucionar. Tamara buscó una solución y viajaba en moto con su amiga.

“Llegas en una hora y media de viaje pero acalambradas las dos”, dice Tamara y agrega “la ruta es un peligro y siempre teníamos miedo; una vez que cortaron al ruta en Plaza Huincul y fueron a dar la vuelta por la (ruta) 17 y casi nos pisa un colectivo porque querían pasar y pasar y no les importa nada, con miedo y todo le seguimos dando hata donde pudimos”.

Y aún más, algunos días “llegamos congeladas con 5 grados pero era muy frío. Llegamos y era temblar hasta que se pasara el frío o mojadas porque la neblina te moja, nos teníamos que cambiar. El viento es peor porque igual hay partes que está entre rmedio de lomas, y cuando termina el viento te pega abajo y te vas con cuerpo y todo y tenés que pedir que no haya animales en la ruta”.

Viajó un año, todas las mañanas y por la tarde “atendía los chicos, hay que cocinar, comer, ir a las reuniones de escuela” y al otro día subirse a la moto. A sus hijos los cuidaba su suegra y su mamá.

El año siguiente ya no viajó en la moto sino a dedo. “Le agradezco mucho a la gente que te levanta en la ruta, porque tuve miedo pero me tocó gente de empresas, familias de Picún que viajan por trabajo o trámites”, relata.

En 2020 llegó la noticia de que su marido, que había realizado el curso de policía y ya tenía trabajo formal, era trasladado a Cutral Co.

Pero tampoco iba a ser fácil porque con las clases virtuales se hizo difícil. No tenía wifi y tampoco un teléfono o computadora para las clases. “Ahí dude porque me hacían preguntas y no podía contestar, no tenía datos, no se escuchaba, los nenes no entendían que yo estaba cuatro horas delante del celular”, describió Tamara.

Pero siguió y siguió hasta que en 2021 cursó su último año y pudo recibirse. ¿Le gusta la enfermería? Primero no sabía pero ahora si. “No sabía si me iba a gustar o no, lo hice como una salida laboral, en el momento que fui al hospital, ahí si” analiza y fue la práctica donde “toda la información me fue cayendo y ahí si me gustó. Es un acercamiento con un ser humano que uno no conoce y vas a brindar lo que mejor salga de vos para ayudar a la persona”.

Y le quedan sueños, sueños como los de acceder a la educación y el trabajo. Ahora no pasa por un determinado trabajo sino “no importa el lugar, me gustaría tener buenos compañeros y poder crecer y aprender más porque es una carrrera qu enunca dejas de aprender, salen cosas nuevas mi idea es crecer”.

Entrevista de Andrea Vázquez para el diario Río Negro.

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