Como cada temporada invernal, las familias ponen en marcha los calefactores para mantener sus viviendas cálidas. Lo que en apariencia es un acto normal, trae aparejado un gran riesgo, si no se realiza el control de los aparatos para asegurar su correcto funcionamiento, y evitar así la presencia de monóxido de carbono. Este gas puede resultar letal para humanos y animales.
Se lo llama “el asesino invisible”, porque es muy tóxico y pasa desapercibido: no tiene olor, color, sabor, ni irrita los ojos y la nariz. Ingresa al organismo a través de los pulmones y puede provocar intoxicaciones graves, incluso la muerte. La falta de oxígeno que provoca afecta principalmente al cerebro y al corazón.
El Ministerio de Salud de la Nación advierte desde su página oficial que “cualquier artefacto que utilice material combustible (gas, petróleo, carbón, kerosén, nafta, madera, plásticos) puede producir monóxido de carbono cuando se quema en forma incompleta: calefones, termotanques, caldera, estufas, braseros, salamandras, cocinas, anafes, calentadores, parrillas a leña o carbón, hornos a gas o leña”.
“5 centímetros puede ser la diferencia entre la vida y la muerte”
Con esta frase contundente, el pediatra Martín Sapag recordó la importancia de dejar una ventana abierta, si se tienen calefactores en los hogares, para asegurar la entrada de oxígeno y la evacuación del monóxido de carbono.
“Es la época de las intoxicaciones con monóxido: la gente tiene que saber que si tiene artefactos de calefacción, se debe verificarlos bien, que la instalación sea hecha por un gasista matriculado y que se mantenga al menos una ventanita abierta. Cinco centímetros puede ser la diferencia entre la vida y la muerte: es horrible que vuelvan a pasar estas cosas que son previsibles”, señaló, en obvia alusión a los casos gravísimos o letales que se producen cuando llegan las temporadas invernales.