Pablo Villagra lleva años enfrentándose a un sistema de salud que parece diseñado para agotar al paciente antes que curarlo. Su historia es un fiel reflejo de los laberintos burocráticos que enfrentan miles de argentinos para acceder a tratamientos médicos esenciales.
En el caso de Pablo, la odisea comenzó con una afección en su cadera que lo dejó inmovilizado. Hoy, se aferra a la esperanza de volver a caminar, pero para eso necesita una prótesis de cadera cuya autorización sigue siendo una incógnita.
Un avance, pero insuficiente
El pasado viernes 13 de diciembre, PAMI finalmente dio luz verde, aunque de manera desprolija y a último momento, para que Pablo se someta a la extracción de un tutor que lleva desde julio pasado. Este procedimiento, según los especialistas, es el primer paso hacia su recuperación. Sin embargo, aún falta lo más importante: la autorización de la prótesis que hará posible su cirugía de cadera.
“Estoy agradecido por este avance, pero no puedo dejar de pensar en lo que falta. La prótesis es lo más costoso y, sin ella, no podré caminar”, comenta Pablo con la voz entrecortada.
El viaje a Buenos Aires: entre la incertidumbre y la necesidad
Esta semana, Pablo viajará al Hospital Italiano de Buenos Aires. Lo hará con un sabor agridulce: sabe que la extracción del tutor es un paso adelante, pero también que deberá enfrentarse a nuevas trabas burocráticas en el CODE de PAMI para autorizar lo que aún falta para su atención.
Una lucha colectiva
La historia de Pablo no es solo suya. Es la de un sistema que falla en responder a las necesidades más urgentes de sus afiliados y la de una comunidad que, con su apoyo, busca equilibrar esa balanza. “Gracias a quienes me han acompañado hasta ahora. Este pequeño avance es resultado de una lucha conjunta. Pero necesitamos que no nos suelten la mano, porque falta lo más importante”, pide Pablo, apelando a la solidaridad de quienes lo han apoyado hasta ahora.
El costo de la espera
Mientras PAMI da respuestas parciales y postergadas, el tiempo corre en contra de Pablo. Cada día que pasa sin la prótesis es un día más en que su calidad de vida queda en suspenso.
La historia de Pablo es una de miles, pero con el eco suficiente, podría marcar un cambio.