Hoy se cumplen cinco años del comienzo en Argentina del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) medida que dispuso el Ejecutivo nacional para frenar el avance de la pandemia de Covid 19.
Compartimos la siguiente crónica:
Cutral Co – Plaza Huincul, invierno de 2021
“Si Albert Camus hubiese sido testigo de nuestro tiempo, tal vez habría reconocido a la ciudad argelina de Orán, de su novela “La Peste”, en Cutral Co y Plaza Huincul”.
“Como en aquella ficción, donde sus habitantes enfermaron por un virus transmitido por animales, también las ciudades hermanas están sumidas en el desconcierto y el dolor. Los casos de personas con Covid-19 no dejan de escalar, llegando a alcanzar el infame podio de ser las ciudades con más fallecidos en la provincia de Neuquén, superando en los porcentajes incluso los índices de letalidad del país”.
“El hospital de Complejidad VI está desbordado. Médicos, enfermeros y todo el personal sanitario trabaja a destajo, pero nada alcanza para frenar el meteórico ascenso de casos positivos. Muchos de ellos pasarán a engrosar el listado fatal”.
“Y como en la obra literaria, la solidaridad, el ingenio y el deseo de ayudar en medio del caos, se entrelazan para formar la Red de Abordaje Comunitario Covid-19 (RAC), una iniciativa altruista que se erige como un hecho singular y extraordinario,
enlazando a profesionales de la salud con vecinos voluntarios”.
“Las ansias por dar una mano se encadenan en labores de contención y asistencia sanitaria para los enfermos y las familias de estas localidades. La red, que se inició como un movimiento solidario local, trasciende las fronteras de las ciudades, para llegar con sus largos hilos hasta otros puntos neuquinos primero, y luego más allá, mucho más allá”.
“El escenario del drama sanitario, y del nacimiento de este dispositivo de ayuda son Cutral Co y Plaza Huincul, urbes forjadas a la luz de la explotación petrolera”.
“Dominan la meseta que hace de transición entre el valle verde y frutal de Neuquén y Río Negro, con la cordillera húmeda, fría y bella de la Patagonia. En ellas viven unas 56.000 personas, imbricadas en su ciclo vital: se nace, se vive y se muere de un
lado o el otro del canal de desagüe que las separa (o las une)”.
“Los ríos quedan lejos, a más de 40 kilómetros. Las plantas en las casas y los árboles de las calles perviven a fuerza del cariño de quienes se empeñan en el riego. Quedarse sin agua en los veranos y pertenecer a una familia con trabajadores petroleros presentes o pretéritos, es sinónimo de ser cutralquense o huinculense”.
“Por fuera de los límites de los ejidos, todo es sepia y el matorral más alto dudosamente se despegue más de un metro desde el suelo siempre reseco. Son ciudades con historias fuertes en su haber: un aluvión que se llevó muchas vidas; tragedias en las que murieron decenas de trabajadores del oro negro; las puebladas de la crisis económica en la década del ´90, y el caso del soldado asesinado que marcó el fin del servicio militar en Argentina, por mencionar algunas”.
“El viento es un habitante más. Con frecuencia se mueve con la cadencia de la brisa, pero otras, sobre todo en los meses primaverales, recorre con fuerza las calles de las ciudades, ensuciando, rompiendo, alterando el ánimo de las personas como en
otras latitudes lo hace la tramontana”.
“Sin embargo, su sola presencia limpia el aire y augura los cielos más bellos de la Patagonia, incendiando de rojo, coral, gris y azul el horizonte de los atardeceres”.
Diciembre de 2021
“Gastón Zúñiga, director del Hospital de Complejidad VI, manifiesta al medio digital Cutral Co al Instante que impulsará una investigación para determinar por qué en Cutral Co y Plaza Huincul hubo más fallecidos. Se mencionan datos en ese artículo,
como que la tasa de letalidad de la provincia de Neuquén alcanzó el 1,8 %; que la de Argentina fue de 2,8 %, y la registrada en las ciudades hermanas, de 5 %”.
“No se mencionan en esa nota sobre qué bases se determinan esos números, pero impacta el número de vecinos fallecidos: 350, dice Zúñiga”.

Agosto de 2024
“Pensar hoy en la RAC Covid-19 es como como evocar algo intangible, que se difumina, tal como se desvanecen en la memoria colectiva los detalles que hicieron de la pandemia un momento único en la historia contemporánea: el miedo, el encierro, el sufrimiento, la incoherencia de las medidas políticas para afrontar el cuadro de situación, el impacto negativo en todos los órdenes de la sociedad… y los muertos”.
“Pero no pasó tanto tiempo desde aquel 20 de marzo de 2020, cuando se declaró el aislamiento obligatorio en Argentina y la vida se nos puso al revés. Algo debe operar en nuestra psiquis que nos hace pintar una veladura sobre nuestros recuerdos, para que no duelan tanto, para que no quemen, y nos permitan seguir adelante. Sin embargo, hoy me obstino en rescatar algunos retazos de esa reciente realidad que nos atravesó como seres humanos, y la historia de la RAC es uno de ellos”.
“La Red de Abordaje Comunitario Covid-19 fue un entramado conformado por profesionales de la salud y vecinos de Cutral Co y Plaza Huincul que se alistaron como voluntarios. Desde el aislamiento impuesto en la etapa más dura de la pandemia, se abocaron a asistir a los enfermos y a sus familias con equipamiento, medicación, alimentos, asesoramiento y, sobre todo, con un acompañamiento constante y efectivo, que logró llevar tranquilidad a aquellos que se encontraban cursando la enfermedad aislados en sus hogares, y acompañar a su vez a los familiares”.
“Martín Sapag me recibe en su casa. Anda en ojotas, ofrece un café. Siempre es más o menos así: lo llamo porque hay algún tema de salud que preocupa a la gente, y sé que él se va a hacer un tiempo entre sus obligaciones para asesorarme para mi nota. Es pediatra, hace varios años que trabaja en el hospital de Complejidad VI, y su figura es la piedra angular en este relato, porque fue el mentor de la RAC Covid 19”.

“Es máster en Epidemiología, y la RAC no fue su primera incursión en un proyecto que hundió sus raíces en lo comunitario: junto a la pediatra Alejandra Buiarevich, impulsó el Banco de Leche Humana que nació en este centro de atención en 2016”.
“Se inició con la recolección y pasteurización del alimento vital de las mamás donantes de Cutral Co y Plaza Huincul, y nunca paró de crecer. Sigue salvando la vida de los bebés prematuros y con graves afecciones en las terapias neonatales de
toda la región”.
“Martín habla tan rápido que varias veces tengo que repreguntar, y en su relato mezcla datos médicos con imágenes de arte, al tiempo que evoca a personajes de la historia neuquina que lo inspiran, como a su abuelo Felipe, varias veces gobernador de la provincia, y al obispo Jaime de Nevares”.
“Va y vuelve en la línea del tiempo: se le nota el orgullo al contar cómo fue el alumbramiento de la red. Mientras me muestra unos gráficos que él realizó, me cuenta: – “Con los datos oficiales empecé a ver esto: que en septiembre de 2020 teníamos esta situación, con una diferencia brutal. Entonces yo estaba acá, desesperado, y teníamos que hacer algo diferente”.
“Lo que el médico había empezado a ver era que las cifras de contagiados y fallecidos de Cutral Co y Plaza Huincul se diferenciaban de los datos que arrojaban las otras localidades neuquinas, y marcaban una línea ascendente. Más enfermos y más casos mortales”.
“Rememora que las acciones para contener la pandemia estaban centradas en “la mirada hospitalaria”, con tráileres que no se terminaban de armar, acondicionamiento de lugares con tabiques, plásticos por todos lados. Alarmado e impotente, pero convencido que había que hacer algo más, “con una mirada centrada en lo comunitario”, dice, los primeros hilos de la red comenzaron a tejerse: empezó por llamar a conocidos y exponer su idea: quería armar un grupo de trabajo comunitario, para contener a las personas que enfermaban y a sus familias. -“¿Se podía hacer algo?”, se pregunta.
“Si, porque el 70 por ciento de los casos no era grave. Se necesitaba contener a esas personas y la estrategia mundial, no solo
acá, fue poner a todos en una fila a hisoparse, con algo que tenía muchos falsos negativos. Y te decían que no tenías COVID, pero te empezaba a bajar la saturación, hacías una neumonía bilateral y después ibas a terapia”. – “La gente con las primeras líneas de fiebre entraba en pánico, colapsaban las guardias”, agrega.
“Se termina de un trago el café, y recuerda que llamó a su amigo Hernán Ingelmo, quien desde hace unos años está al frente de una dependencia provincial, la Subsecretaría de Ciudades Saludables y Prevención de Consumos Problemáticos. – “Él me escuchó. Necesitábamos organizar a la gente desde una mirada epidemiológica y desde un conocimiento de lo que es la atención primaria de la salud… pero yo no tenía ni un cargo ni una posición para decir, vamos por acá”, señala”.
“Así que los primeros pasos de la RAC Covid-19 consistieron en estudiar el comportamiento del virus. Entre los resultados se pudo ver que éste provocaba “hipoxemia asintomática”, es decir, una falta de oxígeno en la sangre, que la persona no percibía”.
“Y así se puso en marcha el motor de la RAC, consiguiendo saturómetros, esos aparatitos chiquitos que se ponen en el dedo para medir el oxígeno, y llevándoselos a los vecinos con síntomas. De boca en boca, o más precisamente, de mensaje en mensaje, porque la información volaba de un teléfono celular a otro, se corrió la voz de que había un grupo vecinal ayudando a los enfermos. Eran los tiempos del aislamiento obligatorio y del distanciamiento social”.
“Para los primeros miembros de la red solidaria, la dinámica de los acontecimientos comenzó a demandar mayor labor y compromiso, porque cada vez eran más los vecinos con las primeras manifestaciones de la enfermedad, que empezaban a entrar en pánico al ver desbordado el sistema sanitario. Se temía el momento de necesitar asistencia médica y no hallarla. Se impuso entonces la necesidad de ordenar el trabajo”.
“En base a la atención primaria de la salud, centrada en la persona y su entorno, se propuso armar un “semáforo” de casos. “Nos dimos cuenta que había tres tipos de personas: los verdes eran los que no tenían factores de riesgo, con muy bajas posibilidades de complicación: a ellos había que calmarlos y hacer que no circularan. Después estaban los amarillos, que no tenían síntomas de gravedad, pero tenían factores de riesgo: a esos les dimos saturómetros, les hicimos videospara que supieran usarlo”. Si la saturación de oxígeno de esa persona marcaba por debajo de 93, pasaba al rojo”.
“Rojo era síntoma de gravedad: falta de aire intensa y saturación menor a 93. Entonces, hacíamos así: se monitoreaba todos los días a los amarillos, y con los rojos, abríamos camino, porque las salas estaban tan llenas, y los agentes de salud estaban tan aturdidos, que no podían distinguir uno de otro”, sintetiza Martín”.
“Esos rojos que la RAC-Covid 19 detectaba, se transformaban en la prioridad para su atención. Si el hospital local no podía recibirlos, se armaba algo así como un “corredor de urgencia”, para que esas personas llegaran a la internación de otro hospital o sanatorio neuquino”.
“No puedo dejar de pensar en el papel primordial que jugó la tecnología en esta trama. Buena parte del éxito de la RAC se debió al uso de las redes y todos los recursos digitales que sus miembros utilizaron para contactar a los vecinos. Su aprovechamiento hizo que se pudiera respetar la distancia social y minimizar los contactos, pero a la vez llenó de voces y compañía el espacio de aquellos que enfrentaban la enfermedad en la soledad de sus casas”. “
Tutoriales, videos motivadores, llamados telefónicos, mensajes por WhatsApp, flyers, canciones, videollamadas… todo sirvió en la cruzada solidaria. La premisa fue “que nadie se quede solo”.
“La red se diseñó de manera que el contacto se mantuviera de manera eficaz hasta que los enfermos lograran salir de su trance, o fueran dirigidos a una atención sanitaria más compleja, si su estado se complicara”.
“Por cada profesional de la salud, ya fuera un médico, un kinesiólogo, o un enfermero, por ejemplo, se asignaron cinco vecinos, que recibieron una capacitación online, y rápidamente se integraron al trabajo de un Equipo de Respuesta Rápida”.
“Con la llegada de fondos de la Legislatura se pudo comprar más equipamiento médico, como los concentradores de oxígeno, que resultaron vitales cuando la segunda ola de la pandemia cayó con todas sus fuerzas y ese elemento esencial se agotaba en hospitales y clínicas”.
“Cuando desde el gobierno neuquino se pudo apreciar que la labor de la red era efectiva, el mismo gobernador de Neuquén de entonces, Omar Gutiérrez lanzó un llamado en mayo de 2021 a los pobladores de todos los puntos de la provincia, para que se sumaran a la iniciativa, que ya contaba con voluntarios en ciudades y pueblos como Centenario, Zapala, Las Lajas, San Martín de los Andes, Aluminé, Andacollo, Neuquén capital, y otros”.
“Los recursos se derramaron entonces de manera más fluida a la red. Los gobiernos locales y el provincial, así también como comerciantes, empresarios e instituciones hicieron aportes de todo tipo. Se aceitaron los engranajes, se sumaron voluntarios,
y el dispositivo creció aún más”.
“Ya casi nadie desconocía la existencia de la RAC, y la información viajaba de contacto en contacto. Así fue que hubo voluntarios que se sumaron desde distintas partes del país, como por ejemplo en Ushuaia y Buenos Aires. Una de las anécdotas que quedaron de las intervenciones de la red ilustra que incluso se asistió a una familia en Sudáfrica, que tenía familiares y amigos en Argentina, y que necesitaban consejos médicos en español”.
“Belén Di Paolo trabajaba en 2020 en el estudio contable de su esposo, Flavio, en Cutral Co. Cuando se impuso el aislamiento, se volcaron hacia el home office, para seguir atendiendo a sus clientes. Ella fue parte de la primera camada de voluntarios de la RAC Covid-19. Aunque la atravesaba el dolor, como al resto de su familia, no dudó en sumarse a la labor: en septiembre de ese año, y tras casi un mes de internación, su papá José Francisco no resistió y falleció por los estragos del virus en su organismo”.
“Fue uno de los primeros pacientes que debieron ser reubicados en otros centros asistenciales, en su caso en uno de Zapala, porque, según cuenta Belén, la terapia del Hospital de Complejidad VI no estaba operativa cuando él enfermó”.
“Mi situación en ese momento era la más dolorosa que jamás había atravesado en mi vida… había perdido a mis dos abuelas por complicaciones de la edad y a mi papá por el Covid”, recuerda.
“Sentí que era la posibilidad desde mi lugar, de poder ayudar a alguien para que no pasara por muchas situaciones no deseadas por las que tuvimos que atravesar como familia. Decirle que si al doctor Sapag, amigo de la familia, fue una de las decisiones más acertadas que tomé en mi vida: lo volvería a hacer sin duda alguna”.
“Yo fui voluntaria y capacitadora de aquellos que se iban sumando, trabajé en equipo con médicos de Andacollo, de Moquehue, de Villa Pehuenia. Llegamos a capacitar a cientos de voluntarios. Fue muy reconfortante todo lo que se hizo, desde contener telefónicamente a las personas, hasta llevarles medicamentos, alimentos, saturadores y concentradores de oxígeno a quienes lo necesitaban”, apunta Belén.
“Le pregunto si la red dejó marcas en la sociedad de Cutral Co y Plaza Huincul, y me cuenta que “hasta el día de hoy nos cruzamos con personas a las que asistimos, y uno siente el agradecimiento sincero por la ayuda que se brindó, ¡muchos de ellos
salvaron sus vidas en sus casas gracias al gran trabajo en equipo que se realizó!”.
“Guarda en su memoria muchos momentos. “Están los dolorosos, cuando alguien perdía la vida… y de extrema felicidad, cuando le daban el alta a alguien y volvía a su casa con sus seres queridos”.
“También recuerda “cuando nos teníamos que vestir con todas las protecciones requeridas para llevar medicación o equipamiento. Y llegábamos a casa, nos sacábamos todo, nos bañábamos y no pasaban a veces ni treinta minutos que nuevamente teníamos que salir a asistir a otra persona, y repetir todo el procedimiento de las protecciones para no contagiarnos”.
“Belén no quiere dejar de mencionar a su esposo, a sus dos hijos y a su mamá, que también colaboraron con la red. “A mí me ayudó muchísimo a atravesar el dolor que obviamente permanece todavía en mi corazón”, dice, con el pensamiento puesto en
los suyos, en los que ya no están”.
“Hernán Forcael lo vivió desde el otro lado. No formó parte de la RAC Covid-19, pero si fue unos de los cientos de vecinos que recibieron su apoyo en la etapa álgida de la pandemia. Al igual que él, varios miembros de su familia enfermaron, y tres de
ellos perdieron la vida por Covid-19, con diferencia de pocos días”.

“Tiene 45 años, y cuando todo quedó suspendido como en un limbo durante la fase de aislamiento, trabajaba como técnico en refrigeración. “Menos mal que tenía unos ahorros, y con eso pudimos tirar”, cuenta, trayendo el recuerdo de todos los que
sufrieron apremios económicos por el cierre de las fuentes laborales por aquellos días”.
“Relata que “fue en mayo de 2021 cuando tuvimos Covid. Ahí supimos de la gente de la RAC: ellos se comunicaban con nosotros, trataban de asistirte con respiradores, alimentos, medicación, o encontrar lugar en el hospital. En ese tiempo que fue un caos para todos, ellos se hicieron un tiempo y demostraron lo profesionales que eran y la empatía que tenían por la gente. Me acuerdo que yo
pensaba que en algún momento nos iban a cobrar todo eso, porque a cualquier hora te atendían, y buscaban alguna salida”.
“Hay templanza en su voz al recordar que su mamá, Alicia Salvo, fue la primera en enfermar. Tenía 70 años y falleció en el hospital. Varios de sus hijos se contagiaron al ir a verla a su casa, cuando empezó a mostrar los signos de la enfermedad, entre
ellos Hernán, y su hermana Ornella, de 32 años”.
“Cuando yo me enfermé, no quería atenderme. Había fallecido mi mamá y decían que atendían mal en el hospital, que te dejaban morir…miles de cosas decían”.
“Entonces yo no quería internarme. Hasta que entré al hospital y me cambió todo: vi cómo entregaban todo, cómo ponían hasta en peligro su vida por atendernos”, recuerda”.
“Me internaron un miércoles, y el sábado siguiente falleció mi hermana. Habían pasado diez días desde que había fallecido mi mamá. Y a los dos días falleció mi cuñado, el esposo de mi hermana, que era mi amigo, era todo el gordito”. Ellos eran
Ornella Forcael y Axel Amigo, mamá y papá de un chiquito de siete años”.
“En quince días, perdí a tres familiares. Siempre fui positivo, pero me quebré cuando murió mi hermana, lloré todo el día, no lo podía creer, se había descontrolado todo. Pero después me propuse salir. Mi cuñado no pudo, por la obesidad, y se puso muy
triste cuando murió mi hermana, no pudo luchar”.
Hernán cuenta que hace pocos días se encontró en un consultorio con el doctor Sapag. “Su nombre se me quedó grabado, yo no lo conocía, le pregunté si era él, y le agradecí en persona, porque no había tenido oportunidad de hacerlo, todo lo que hicieron por nosotros desde la red”.
“Agrega que su familia pertenece a la organización Testigos de Jehová. “Ellos también nos ayudaron mucho. Nos llevaban alimentos, medicación. Mi señora necesitó un tubo de oxígeno y un hermano lo consiguió”.
“Todas las expresiones religiosas funcionaron también como un tejido de contención con sus adeptos. De alguna u otra manera, se organizaron para dar una mano en las cuestiones materiales, y en las del alma también. Vuelvo a mirar un video que me mandó Alejandra Silva. Ella es médica y vive en San Martín de los Andes. Y otra vez siento el nudo en la garganta. En las imágenes
se ve a Lucía, una señora de mediana edad que cuenta cómo fue atravesar el Covid en su hogar, y de qué manera los voluntarios de la RAC la contenían”.
“Cuando Lucía, cansada del encierro y sintiendo las secuelas de la enfermedad como un yunque sobre su cuerpo, le preguntó a la voluntaria de la red si podía salir de su casa, recibió otra pregunta por respuesta, al tiempo que se le pedía paciencia para esperar un poco más: “¿qué harías si pudieras salir?”.
“Lucía dijo que se iría al lago, a respirar aire puro y mirar el paisaje. A los pocos minutos recibió en su teléfono un video donde una persona caminaba por la arena de la playa, y hundía sus pies en el agua fría del lago. La cámara mostró también las montañas no tan lejanas, y el verde del entorno. Así, Lucía comprendió que pronto ella también podría hacerlo, si seguía cuidándose”.
“La autora del video inspirador fue Naty, kinesióloga de profesión, que trabajaba como voluntaria en la RAC de la ciudad lacustre, apunta Alejandra”.
“Su historia, como muchas, es particular. “Me llamo Alejandra Cristina Silva. Al momento de la pandemia tenía 57 años. Soy médica generalista o de familia, con orientación en medicinas complementarias y alternativas. Y soy una persona con hipoacusia”.
Alejandra relata que poco antes de sumarse a la RAC, su situación era compleja, “con un hermano gravemente enfermo en Buenos Aires, que finalmente falleció, y mi enorme dificultad para comunicarme con mi entorno debido a la distancia social, y al uso del barbijo. Porque yo escucho en gran medida viendo los gestos faciales, el movimiento de los labios, la expresión de la mirada”, detalla.
“La pandemia era para mí un momento de mucha oscuridad. Ahí realmente tuve por primera vez la medida de mi registro visual de la audición. Aunque hacía muchos años ya que usaba audífonos bilaterales, no tenía real conciencia de que mi registro era más visual que auditivo. Y la pandemia lo develó. Yo estaba muy angustiada porque no sabía cómo hacer para seguir comunicándome con mis pacientes y mis colegas, realmente”.
“Al tiempo que inició acciones para conseguir barbijos transparentes y puso en marcha dispositivos que facilitaran la vida a las personas con disminución auditiva, “me llegó un video donde aparecía Martín (Sapag), con una propuesta de abordaje comunitario que me pareció de alto vuelo, ¡sobre todo porque incluía la música en la presentación, del violonchelista Yo-Yo Ma!”.
“Y eso me pareció muy bello, me decidió a sumarme, percibí ahí la dimensión espiritual de la propuesta de Martín”, agrega Alejandra. Ya en contacto con la red de Cutral Co y Plaza Huincul, la médica quedó al frente de la RAC Covid-19 en San
Martín de los Andes, sumando voluntarios entre sus pares del sistema sanitario, y vecinos. “Fue una experiencia que nos marcó a todos los que tuvimos la bendición de participar en ella. En momentos de tanta oscuridad, donde muchos elegían la soledad, el resguardo individual y hasta la especulación, nosotros supimos formar equipos en los que prevalecía la solidaridad, el ingenio, el entusiasmo y fundamentalmente el amor al prójimo, sin horarios, sin descanso, con mucha pasión puesta en la tarea”, resalta Alejandra”.
“Para ella, la contención y el empuje que recibió de Martín, y su entrada en la red, fueron fundamentales para volver a creer que podría seguir adelante con su profesión y con su proyecto del Hospital del Alma, una institución que fundó en 2019, con una fuerte impronta de salud comunitaria, enlazada con terapias alternativas”.
“La médica dice que el grupo que conformó la RAC en su ciudad no se disuelve. “¡Nadie quiere irse de él!”. Y otra vez miro los flyers y los videos que preparaban para convocar a la gente a participar de la red, a hacer donaciones para ayudar a los que necesitaban asistencia, o para contarle a los enfermos que a tal o cual hora se conectaran, que habría cuentos, o canciones para acompañarlos en su aislamiento”.
“Era primordial que ninguna persona estuviera sola en esos momentos difíciles, y ayudar al sistema de salud que iba a verse desbordado en el momento que se saturara. Entonces realizábamos acciones tendientes a resolver en el domicilio la mayor parte de las consultas y pensábamos que de este modo las guardias se verían aliviadas, y estarían disponibles para aquellos pacientes que
denominábamos ROJOS, o sea, que revestían gravedad y necesitaban atención inmediata”, sintetiza”.
“Sobre lo que significó el trabajo en red de la comunidad, en medio de una crisis profunda, Alejandra cree que “hay otro impacto y es el que tiene que ver con lo que nos pasó a muchos de nosotros: nos dimos cuenta que al socorrer a otro, al rescatar a otro, ¡también nos salvábamos nosotros mismos! En un solo movimiento, ayudar fue ayudarnos, darnos esperanza y aliento en momentos de mucha oscuridad”.
“La RAC nació con el Covid-19 y morirá con él”, dice Martín. Pero la iniciativa dejó una huella profunda en los que supieron leer el mensaje que dejó. El pediatra fue convocado por el Instituto de Seguridad Social de la provincia para armar un equipo de atención primaria de la salud, que imitará el dispositivo de la red solidaria, para atender a personas con enfermedades crónicas. El proyecto consiste en la labor conjunta de agentes comunitarios con los profesionales de la salud y del sistema sanitario neuquino”.
“Además, asesora a la Red Argentina de Medicina Materno-Fetal para impulsar el ideario del modelo de la RAC y del Banco de Leche Humana. -” ¿Qué es la RAC en tu vida, Martín?” – “Yo siento que si no hubiera podido hacer la RAC, me hubiera sentido muy miserable. Porque ver morir a la gente así y no hacer nada…”.
Hace una pausa y agrega: “yo siento que estuve a la altura de una situación, y que fui acompañado. Solo no podía, así que estoy muy contento. Me siento en paz”.
-” La paz, Martín, ¿te parece poco?”
-” ¡No! Es un montón. Sí, que no es poco. Había que poner cosas y las pusimos”, dice, y sonríe.
“Han pasado los años y no hay novedades sobre las causas que llevaron a Cutral Co y Plaza Huincul a registrar el mayor número de fallecidos por Covid-19. Hay especulaciones: que la itinerancia de los trabajadores del petróleo; que razones culturales; que las deficiencias del sistema sanitario… nada con un viso científico que arroje luz sobre el tema”.
“Vuelvo a Camus y su novela. Los sitios especializados en literatura dicen que la obra, publicada en 1.947 se revalorizó durante la pandemia, y se ubicó entre las más vendidas por varios meses. Y como apelé a ella para introducirme en esta crónica, con la cita de un párrafo de su final, también la cierro:
…“para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en
los hombres más cosas dignas de admiración, que de desprecio”.
Por: Verónica Morell
Verónica Morell, periodista de Cutral Co participó en el concurso de crónicas que se realizó en noviembre de 2024 como parte de la tercera edición de NAVE de No Ficción, el Festival Iberoamericano de Periodismo Narrativo organizado por la Fundación de Periodismo Patagónico y de la VI edición del concurso de Crónica Patagónica, que reúne a escritores del sur de Argentina y Chile.
El jurado le otorgó al trabajo una mención especial.
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