La tierra seca de la Meseta Buena Esperanza todavía guarda los ecos de aquel 14 de abril de 1976. Fue allí donde el avión Avro 748, propiedad de YPF, se estrelló con 34 trabajadores a bordo. Todos murieron. Volvían a la comarca petrolera tras una jornada de trabajo. Iban a reencontrarse con sus familias. Algunos traían ropa para sus hijos recién nacidos. Uno de ellos, dicen, acababa de jubilarse. Era su último viaje. No lo sabía.
Este domingo, a 49 años del accidente, la memoria volvió a ocupar su lugar. A la vera de la Ruta Nacional 22, junto al monumento conmemorativo, se reunieron familiares, veteranos y peñistas, autoridades locales y concejales. La cita no es casual: es una costumbre construida a fuerza de ausencias.
“No fue un accidente cualquiera. Fue una tragedia que partió en dos a Cutral Co y Plaza Huincul”, afirma Jesús San Martín, presidente del Concejo Deliberante, mientras sostiene una plaqueta conmemorativa. A su lado, los concejales Élida González, Plinio Rubilar y Fabián Godoy asienten en silencio.
Hablan poco, porque el que habla con el cuerpo es José Briceño, presidente de la Agrupación 29 de Octubre de Veteranos Ypefianos. No necesita papeles: lo que dice, lo vivido. “Nosotros estuvimos con ellos el día anterior. Uno venía con la maleta, ya jubilado. Otro traía ropa para su beba. Ese avión se llevó todo”, recuerda con la voz quebrada.
En 1976, el país estaba al borde del abismo. Un golpe de Estado había irrumpido tres semanas antes. Los vuelos internos de YPF conectaban zonas petroleras estratégicas. No era sólo un traslado: era una forma de sostener el andamiaje productivo del sur argentino. Aquel avión, según las investigaciones, cayó por desperfectos mecánicos. La responsabilidad jamás fue asumida del todo.
Y aunque no hay culpables con nombre propio, hay consecuencias que todavía duelen. La herida sigue abierta. “Es importante que los pueblos recuerden su historia”, insiste San Martín, y lo hace con el tono de quien sabe que la historia también es una herramienta política. “Estos trabajadores estaban haciendo patria en el sur. Y merecen ser recordados como tales.”
En el silencio del acto, una verdad flota sin necesidad de ser dicha: la tragedia del Avro 748 no está en los libros escolares. No tiene feriado ni película. Pero sí tiene un pueblo que, año tras año, se niega a olvidarla.
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