Las bibliotecas populares en la comarca petrolera atraviesan una situación compleja. Mientras algunas logran sobrevivir gracias a la participación vecinal y al respaldo de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP), otras siguen sumidas en el abandono, como es el caso de la Biblioteca Popular Huepines. Esta biblioteca, que cerró sus puertas en 2012 tras años de desidia, se ha convertido en un símbolo de lo que podría haber sido una historia de renacimiento y colaboración comunitaria, pero cuyo futuro sigue en el aire.
En 1989, un grupo de vecinos de Plaza Huincul fundó Huepines, una biblioteca popular que, durante años, fue un centro de referencia para los habitantes del barrio 25 de Mayo. Sin embargo, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento provocaron que el edificio se deteriorara, hasta el punto de que muchos de sus libros quedaron dañados por el agua. En 2012, la biblioteca cerró sus puertas y desde entonces ha permanecido en un estado de abandono.
Un rescate a medias
La Biblioteca Juan Benigar, dirigida por Andrés Ormaechea, ha jugado un papel crucial en la preservación de los materiales de Huepines. Tras el cierre de esta última, se dieron en calidad de donación miles ejemplares a la Benigar. Sin embargo, muchos de estos libros se encontraban en pésimas condiciones, algunos incluso infestados con hongos y en peligro de contaminar los libros rescatables. “Recibimos más de 5.000 libros, los que pudimos rescatar están siendo ingresados uno por uno. Algunos de los que estaban en peor estado los reciclamos con el área de medio ambiente”, comenta Ormaechea. Pese a los esfuerzos, aún queda pendiente la tarea de decidir qué destino le dará el municipio al edificio de Huepines, que fue donada a la institución en la gestión de Silvia de Otaño y que ahora volvió a manos del municipio.
A pesar de este rescate parcial, la biblioteca Huepines sigue siendo un tema de debate. En la última sesión del Concejo Deliberante, el bloque del MPN presentó un proyecto de comunicación para solicitar al intendente información sobre el estado de la biblioteca y el uso que se le dará al edificio. Según la normativa vigente, todas las donaciones deben ser aprobadas por el Concejo, lo que pone en evidencia la falta de comunicación entre el Ejecutivo y legislativo.
La Ley de Bibliotecas Populares
La ley provincial N° 3040, sancionada en 2016, establece un marco legal para la gestión y los beneficios destinados a las bibliotecas populares. Gracias a esta normativa, la Biblioteca Sayhueque, ubicada en el barrio Otaño de Plaza Huincul, reabrió sus puertas en 2018. Con la colaboración de los vecinos, la biblioteca pudo ofrecer nuevos servicios, como actividades recreativas, talleres y espacios de lectura. Es un ejemplo de lo que se puede lograr con el respaldo de la comunidad y la ley.
Sin embargo, a pesar de los avances en algunos barrios, la situación de Huepines y otras bibliotecas de la comarca sigue siendo incierta. La falta de un mapeo adecuado y la ausencia de información clara sobre las bibliotecas populares en la región complican la planificación de futuras acciones.
Un desafío para el futuro
Las bibliotecas populares no solo son espacios de consulta, sino también de construcción comunitaria. Ofrecen un lugar de encuentro, de acceso a la cultura y la educación, y son parte fundamental del tejido social. Para que estas instituciones sigan funcionando, es necesario un compromiso real tanto de las autoridades municipales como de los vecinos.
El futuro dependerá de decisiones en las próximas semanas. El reclamo por la transparencia en la gestión de los recursos y el destino de los espacios públicos se hace cada vez más urgente. Mientras tanto, la comunidad espera una respuesta que permita no solo preservar el patrimonio bibliográfico, sino también fortalecer el rol de las bibliotecas populares como motores de cambio y desarrollo social.
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