Un centenar de tumbas NN son parte de la primera postal de un cementerio que, por tramos, luce en estado de abandono. Huincul propone ampliar su predio para nuevos panteones, pero aún no hay decisiones sobre qué hacer con las tumbas abandonadas que nadie reclama.
Desoladora es la imagen que ofrece la primera plaza al ingreso del cementerio de Plaza Huincul, allí yacen tumbas de más de 80 años con nombre ilegibles y cuerpos que no son reconocidos, algunos por su antigüedad y otros por la ausencia de familiares que los visiten o identifiquen. Algunas cruces de hierro oxidado y placas borrosas marcan que alguna vez fueron visitados, pero con el paso del tiempo quedaron en el olvido.
Lejos de dar un panorama tétrico, como marca el cliché, el cementerio de Huincul deja una imagen desoladora y lamentable. Parcelas vacías, tumbas maltratadas y dañadas, panteones a punto de derrumbarse son parte de la primera cara visible, ya que sobre el ala este se encuentra la parte moderna con un mayor cuidado.
Según archivos, su creación data de la década del 30 para dar un eterno descanso a los primeros pobladores y trabajadores que llegaron en los orígenes de la comarca petrolera. En aquella época no había Municipalidad, sólo campamentos petroleros que se formaban alrededor del descubrimiento del petróleo en 1918. Pero sería varios años después que lo modificarían para convertirse en el cementerio como patrimonio de la ciudad, con la creación de nichos, veredas y una capilla para las familias que concurrían por sus familias. Por años fue un espacio pintoresco y bien acondicionado que muchos relacionaron con la actividad petrolera, de hecho, hay espacios dedicados a la familia ypefiana, las 14 víctimas del colectivo incendiado en 1966.
Sin embargo su mantenimiento no fue del todo bueno y el paso del tiempo se encargó del deterioro que comenzó a visibilizarse en los años posteriores al 2000. Si bien su crecimiento se extendió hacia el este, la zona de ingreso aún luce sin muchos cambios y, todavía más triste, la parcela izquierda cuenta con decenas de tumbas NN que nadie reconoce y que no pueden retirar. Viejas cruces de hierro oxidado yacen allí en tumbas sin nombre que casi no se distinguen con un suelo desértico.
El abandono institucional que quitó de los planes los relevamientos y controles respecto a los cuerpos que yacen en el lugar, combate con el esfuerzo del personal que lucha por mantenerlo, aunque no logran evitar los visibles daños: cuando se la recorre, la necrópolis también demuestra que las tumbas más “coquetas” e imponentes están a merced de las horas, con construcciones destrozadas o a punto de caer, mausoleos consumidos por la humedad y a punto de derrumbarse, cajones a la vista y algunos abiertos.
Desgastados, saqueados, sin placas de bronce que los identifiquen, sin protección, sin recuerdos, sin nada pero aún allí, así están muchos de los muertos que ya nadie llora en Huincul.
Promesas de expansión
La antigua y abandonada cara del cementerio se contradice con el acondicionamiento que recibió al norte y al este, hacia donde se expande. En el inicio del año legislativo, el intendente anticipó la creación de 40 nuevos panteones, aunque el mantenimiento y la reparación de los 50 ya existentes es una deuda pendiente.