Según explicó Stefan Borghardt, estaba haciendo una investigación sobre la explotación de Vaca Muerta y sacó fotos de un lugar que él llamó “basureros petroleros a cielo abierto” y que parecen ser piletas de remediación.
Sacó fotos con sus equipos profesionales (que le fueron secuestrados) y con su teléfono celular. Más allá del alcance de la investigación, lo grave del caso es que fue agredido por los responsables del predio de la empresa y también por la policía.
“Me agarró un supervisor, me llevó a la entrada del predio en su camioneta y habló por teléfono con su jefe. Éste insistió que borrara las imágenes y yo aparenté que había sacado todas las fotos en rollo. Llamaron a la policía y me llevó a la comisaría 10 de Añelo. Durante el trayecto, la oficial que estaba sentada a mi costado, se metió en mi celular reproduciendo mensajes de voz y leyendo otros mensajes personales enviados y recibidos en altavoz, sin mi autorización”, contó el fotógrafo.
Pasó varias horas en un calabozo. “Empujándome e insultándome. A un testigo que habían llamado para firmar el acta por mí, no lo alcancé a ver. En el primer calabozo me pegaron, me patearon y un oficial que me maltrataba con una escoba desde lejos me dijo que odiaba a todos los alemanes. Otro policía me insistió que me apurara a quitarme los cordones de las zapatillas, porque sino me ayudaría él, y sacó un navaja del bolsillo para asustarme. También me dijo que si me decían que firmara, tendría que firmar y que las cosas no funcionaban como yo me las imaginaba. Yo durante todo ese proceso actuaba de manera defensiva pidiéndoles que no me lastimaran”, agrega el relato.
“Después de todo ese proceso me llevaron a otro calabozo, donde permanecí durante aproximadamente dos horas. Cada rato me venían a visitar oficiales para hacerme más preguntas. En ningún momento me dieron el agua que les había pedido. Un policía incluso me preguntó por el valor de mis equipos fotográficos. Me sacaron del calabozo por las 22:20 horas (aprox.) y me llevaron de nuevo a la barra de atención, donde firmé lo que creo que era la denuncia contra mi persona, la declaración de la hora de mi detención y de la liberación y además el acta, confirmando que me habían devuelto todas mis pertenencias. Me informaron que habían secuestrado todo mi equipo fotográfico, pero yo firmé igual. No pedí que me entregaran una confirmación del secuestro ni leí ninguno de los documentos. Firmé para salir del lugar al instante y para no meterme en más problemas. Ya había aprendido la lección de que no era el ambiente para reclamar mis derechos”, concluyó.